domingo, 27 de mayo de 2012

"Cincuenta años" por Daniel Villalba

Hoy vengo para hablar de Ella y ustedes, estimados lectores del Boletín de las Cofradías de Sevilla, me lo van a permitir aunque seguramente muchos no la conocerán porque vive relativamente lejos de su Sevilla natal. Su nacimiento tuvo lugar en una casa de porte señorial, 36 de la calle Santiago para más señas, en cuya planta baja las virutas y lascas de cedro saltaban por los golpes de gubia que daba la persona que la trajo a este mundo donde más tarde se convertiría en la Madre de Dios. En 1960 la hija del artífice toma la decisión de ingresar en un convento de clausura, llenando a éste de una profunda tristeza porque se marchaba de casa su ojito derecho. Un año más tarde el es¬cultor, que manejaba la gubia con muchísima soltura, quiso dejar en este mundo la fiel recreación de esta hija que se marchó con el firme pensa¬miento de que se quedara en casa para que, resignado, pudiera ver cada vez que quisiera la idealización del rostro de su hija. Y así fue. La madera tomó forma y nació el aniñado rostro lleno de dulzura que encandila a todos los que la han tenido y la tienen por madre. 
A los pocos meses la hermandad de los niños de esa tierra que, llena de un encanto especial, tiene por bandera la elegancia del porte de los caballos y el buen vino, comenzó a buscar en Sevilla una imagen para que fuera la madre del Señor que a lomos de una borriquilla la estaba aguardando en una pequeña capilla encalada que parece tener como antesala las mismísimas puertas del cielo. La comisión de hermanos en¬cargada de la nueva empresa, en constante búsqueda de la que sería su Virgen, viajó a Sevilla para ver si la encontraban y, tras varias visitas, la hallaron en aquel taller al que seguramente llegaron alentados por alguien que conocía la maestría del escultor. Se quedaron, como solemos decir, prendados pero la imagen no estaba en venta ya que el artista la hizo para tenerla en casa como fiel recuerdo de su hija. Los cofrades insistían en que esa imagen era la que ellos buscaban pero seguían en¬contrándose con la negativa del imaginero hasta el día que éste aceptó gracias a la insistencia y al convencimiento de su esposa. Así, el miérco¬les 28 de marzo de 1962 la Virgen llegó a la que sería su nueva casa y los hermanos se pusieron manos a la obra para preparar su bendición. Llegó el día, y dos meses más tarde, el domingo 27 de mayo, la Virgen salió a la calle por primera vez toda vestida de blanco en una sencilla y digna procesión donde, tanto los cofrades de su hermandad, como los niños del colegio y la comunidad lasaliana que rige el edificio, la llevaron a una conocida plaza para ser bendecida delante del monumento que preside el santo que fundó la orden. Para el emotivo acto la junta de gobierno tuvo la deferencia y el detalle de invitar al escultor por ser el autor de la misma y por haber cedido finalmente a las insistentes peticiones pero fi¬nalmente nuestro artista no apareció. La tristeza no le dejó asistir porque el recuerdo de su hija y el no tener la Virgen en su casa le embargaban. 
Dentro de pocos días se cumplirán cincuenta años de aquello y la Virgen saldrá en su paso de palio para conmemorar la efeméride. Seguro que cuando pase por aquella plaza el escultor, asomado al balcón del cielo, sonreirá al ver algo parecido a lo que en aquella ocasión sucedió y que no pudo ver. Seguro que estará feliz de ver como aquella imagen que lleva el rostro de su hija y que un día salió de sus manos tiene a gente que la quiere tanto como la quiso él. 

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